Mi padre, que era el más eminente oftalmólogo que había en Viena, cuando fue acusado de que estaba dejando ciega a media ciudad apabulló a sus acusadores lanzando esta frase: “Pues…no sé de qué se quejan. Porque...total, para lo que hay que ver”
Oído en ¿Qué tal, Pussycat? de Clive Donner.
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