s-p-e-l-l-b-o-u-n-d

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Mi padre, que era el más eminente oftalmólogo que había en Viena, cuando fue acusado de que estaba dejando ciega a media ciudad apabulló a sus acusadores lanzando esta frase: “Pues…no sé de qué se quejan. Porque...total, para lo que hay que ver”


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